GACETA 66 baja[1]El martes falleció víctima de una isquemia, en su Valladolid natal, la poetisa Carmen Isabel Santamaría del Rey, socia del Ateneo de Valladolid y de la Asociación “Amigos del Teatro”. La mujer que, con su voz, llenó cientos de Mañanas de la Biblioteca en la Casa de Cervantes y la inspirada escritora que cantó a lo largo de su vida a su ciudad, a su provincia y a la cultura que las define a ambas. Vallisoletana hasta la médula, ese sentimiento lo ponía de manifiesto en sus recitales y en sus poemas cuajados de cariño.

 

Diplomada Universitaria en Enfermería, graduada en Artes Aplicadas, funcionaria de la Administración del Estado, desde muy joven aparece vinculada al panorama cultural vallisoletano. Colaboradora en diversas revistas españolas e hispanoamericanas, en prensa y radio, ha publicado numerosos artículos y ha pronunciado conferencias y recitales en Universidades, Ateneos y Casas de Cultura. Cuenta con una gran cantidad de distinciones y premios como, entre otros, el Juan de Baños 1975, el Ciudad de Valladolid, Encuentros con el Arte de la mujer de Castilla y León, Ministerio de Cultura 1980, VII Certamen Literario “el toro bravo”, Premio Nacional de Turismo en Salamanca 1993, entre otros muchos.

 

Entre sus publicaciones en prosa cabe destacar “Cuentos de Navidad” (1959), el cuento infantil “Mirza” (1966) así como “Pepucha, Renata y la estrella Minecapulina” (1972. En verso, sus libros más importantes son “Romances de cara y cruz a la muerte de Antonio Bienvenida” (1976), “Bramido (1982), “Mi corazón y el mar” (1983), “Nostalgias en bronce” (1993), “Cánticos. Oración a Nuestra Señora de la Piedad” (1993), “Palabras sin tiempo y 20 sonetos” (1995), “Entre toros, toreros y amigos” (1996). Además de pronunciar dos bellísimos pregones de las Semanas Santas de Medina de Rioseco (1985) y de Medina del Campo (1987).

 

Recientemente, la Unión Artística Vallisoletana la dedicó un sentido e intenso homenaje al que se sumó el Ateneo de Valladolid y disfrutó a su lado de la alegría que sintió en tal ocasión rodeada de amigos y de admiradores. Parecía que, aunque en silla de ruedas, parecía recuperada de la aflicción que la embargaba desde la muerte de su esposo Enrique. Sin embargo, una isquemia traidora minó su resistencia y el lunes día 27 de mayo, a las siete de la tarde, elevó su presencia hacia el Señor que la tendrá en su seno y en un sitio preferente de su mesa celestial. Con nuestras condolencias a su familia más estrecha, sus sobrinos y su hermana política, y con el dolor que nos supone la pérdida de uno de los valores más firmes de nuestra cultura, como muestra de su vallisoletanismo, queremos recoger de nuevo un hermoso soneto, que publicábamos en nuestro anterior número de “Gaceta Cultural” y que, perteneciente a su poemario “Mar de papel”,  lleva por título “Vallisoletana”

 

Nací en Valladolid y amo a esta tierra.

Toda mi vida la pasé luchando.

Si algo tengo lo he ido conquistando

a fuerza de tesón. Haciendo guerra.

Y al cabo de los años sé que encierra

la huella de mi andar, que estoy soñando

con dar su testimonio… Y me demando 

por qué mi corazón así se aferra…

Que no hubo don gracioso por su parte.

¡Ay mi Valladolid!… Cómo anhelara

que fueras para mí gozo y baluarte,

ruiseñor de cristal, fontana clara

donde abrevar la sed, para entregarte

mi cántico y mi voz, si aún palpitara.

Para nuestra desgracia, ya ni su corazón ni su voz palpita. Pero palpita el recuerdo de su bondad y de su amistad que siempre guardaremos en nuestro Ateneo con una especial ternura… Descansa en paz Carmen Isabel.